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El juego como centro del aprendizaje



 No se puede concebir la vida de un niño sin Jugar.

 

     Si observamos detenidamente a un niño cuando juega, nos sorprenderá la concentración profunda que tiene y el placer inmediato que le proporciona. Pero el juego es mucho más que placer, es una necesidad vital, el primer instrumento de aprendizaje de que dispone el niño y la niña para conocerse a sí mismos y el mundo que les rodea. Hasta las 6 años, el juego es el medio idóneo de todo proceso educativo.

    

      A través del juego los niños aprenden y construyen su personalidad, el juego les permite estructurar su pensamiento y cubrir sus necesidades de vida. En el juego, la finalidad radica en el mismo. El juego tiene unas características propias: la libertad de escoger, la aparente improductividad, la incertidumbre de no saber cómo se acabará y el placer de jugar.

    

     A través del juego explora y conoce su entorno, las personas y objetos que tiene a su alrededor y a sí mismo, construyendo su propio yo y aprendiendo a relacionarse con los demás.

 

     Jugar no es un acto inconsciente. Cuando un niño juega está sumido en una gran concentración en el que todo su cuerpo está implicado, bien al manipular los objetos o porque al jugar siente un gran placer y a su cuerpo llegan multitud de sensaciones corporales.

     En el juego existe una dicotomía en la relación del niño con los adultos, puesto que por un lado imita al adulto más cercano a él, pero por otro lado utiliza el juego para escapar del mundo de los mayores, para crear su mundo de fantasía e imaginación. Estas dos posturas son válidas y se dan a la vez.

 

     Los niños tienen que jugar, y tanto en casa como en la Escuela tenemos que potenciar el juego.

 

     Cuando los niños juegan, gastan energía, pero a la vez la generan, hay un desgaste físico, pero se establecen una serie de conexiones neuronales que hacen que el niño siga necesitando seguir jugando, seguir explorando a través del movimiento.

 

     Los niños, como todos sabemos son inagotables, es que tienen muchas cosas por descubrir.

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